Allí están. Firmes. Decididos. Aun cuando saben que son la carne de cañón, los descartables;
quienes desde pequeños vienen sufriendo las consecuencias de la desigualdad, tienen sus armas listas y sus débiles escudos en posición.
Empiezan a avanzar, las piernas a temblar y la muerte a asechar. El espíritu es fuerte pero la carne débil. Aparecen en su izquierda su madre, su padre. A la derecha sus hijes, y en frente su infancia.
De golpe las espadas llaman al recital, los caballos siguen sin entender y quieren huir.
El desierto es sangre. El hombre es poder. El imperio es infinito y la injusticia es la reina de la arena.
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