El joven fumaba y miraba. Al lado de él se respiraba pasión,
pero él ni se inmutaba. Con sus zapatos de charol puntiagudos miraba a su alrededor
cruzado de piernas y con una copa a su costado. Tanta tranquilidad asusta en
ese antro de éxtasis, con las pulsaciones a mil y las miradas apuradas que
buscan en cada rincón lo placentero para ver.
Llego de noche y se fue de día. No se movió de allí. Ni la
mirada traviesa de una veterana que lo invitaba a acompañarla junto a su pareja
lo conmovió. Quizás fue allí solo para sentir la libertad. el olor al sexo, las
nuevas voces de la lujuria, o tal vez fue a buscar a alguien que nunca
encontró.
Cuando llegue a casa, extenuado de placer, mientras fumaba un cigarrillo y miraba dormir a una mujer a mi lado, se me vino a la cabeza la imagen de este solitario joven. Ni los hermosos cuerpos, ni las atrevidas vestimentas, ni las contagiosas risas; ni los sutiles roces lograron que se integre.
Sin despeinarse ni arrugar su ropa, tal como llegó, se fue...
No hay comentarios:
Publicar un comentario